En unos días mi hija mayor cumplirá 23 años y también será el aniversario de la primera póliza de vida que contraté. Ella tenía unas pocas semanas cuando celebrando su nacimiento con un viejo amigo y con la enorme ilusión y emoción que, lógicamente, como todo padre, yo demostraba, me lanzó la siguiente pregunta
En unos días mi hija mayor cumplirá 23 años y también será el aniversario de la primera póliza de vida que contraté. Ella tenía unas pocas semanas cuando celebrando su nacimiento con un viejo amigo y con la enorme ilusión y emoción que, lógicamente, como todo padre, yo demostraba, me lanzó la siguiente pregunta: “¿Te has planteado como sería el futuro de tu hija si tu faltaras mañana?, has pensado que no solo depende de tu cuidado y cariño sino, también, de tu mantenimiento económico?”.
Sinceramente, no me lo había planteado. La idea me cambio la expresión y me produjo miedo. Al día siguiente contrate mi primera póliza de vida para proteger a lo que mas quería.
Quién me iba a decir entonces que yo acabaría dedicándome al sector asegurador y repitiendo esas mismas frases, que me hicieron entender cuál era el valor de aquella modalidad de seguro, a miles de personas. Con el tiempo, aquella póliza se ha ido modificando al dedicarme a esta profesión y aprender que existían opciones mejores.
Hoy, mis dos hijas siguen protegidas ante la eventualidad de que mi esposa o yo no podamos mantenerlas económicamente. Como es fácil de entender, no nos ha ocurrido nada irremediable en todos estos años, pero eso es solo fruto de la estadística.
